PRESENTACIÓN Hueles a frío, Román Sáez 4 JULIO 2008

(Desde el Chalet de Royo)

INTRODUCCIÓN

Muy buenas tardes.

Reconozco y agradezco al Ateneo su constante labor en pro de la cultura, sobre todo con respecto a los artistas e intelectuales locales que van encontrando en esta asociación un ente impulsor de su trabajo y obra y confieso, además, que es un placer colaborar con ella.

En este caso se trata de dar a conocer al público la primera obra creativa de un buñolero de mediana edad: Román Sáez. Ya se sabe que en los pueblos todos o casi todos nos conocemos y más aún si somos casi de la misma quinta, por eso lo de la mediana edad. A Román, podemos decir que lo conocí de chiquillo o mejor de borregón (a finales de los setenta en Pascuas eran imprescindibles las cuadrillicas). Luego apareció Berta en su vida, se enamoraron y hasta hoy. Resulta que su mujer y yo nos dedicamos, actualmente, a lo mismo: mandamos callar, ponemos orden y de vez en cuando enseñamos literatura. Y es por ella que estoy yo aquí. No sé si por Berta, por la literatura o por las dos.

Sería ya en primavera, una tarde, cuando salíamos de un cursillo y por casualidad encontramos a Román. Casi sin mediar saludo ni preámbulo, me pidió que presentara el libro de cuentos que en breve iba a publicar (los que lo conocen bien saben de su impulsividad verbal). De inmediato un incómodo escalofrío me recorrió la piel. Sin embargo no tardé en aceptar ni tampoco en sentir un cierto desasosiego producto de la inseguridad de no estar a la altura: “¿su primer libro de cuentos que sale a la luz y tengo yo que dar las claves literarias? ¡Qué compromiso!”. No es falsa modestia, no, créanme: una puede estar acostumbrada a hablar todos los días ante los chavales, a analizar textos en sus clases, sin embargo es inevitable pensar por ejemplo en la soltura y el bagaje de la televisiva Olga Viza presentando “El juego del ángel” de Zafón, con la poderosa Planeta a sus espaldas desde el Liceo de Barcelona. ¡Vaya espectáculo mediático! En la primera edición, un millón de ejemplares. Y luego nos quejemos de que nadie lee.

Pero dejémonos de beneficios oportunistas, de miedos irracionales y vayamos al tajo, a la presentación de Hueles a frío, de Román Sáez al que le sobran motivos para estar satisfecho: un jardín modernista, un atardecer de estío, cariño y admiración de su gente y un libro de cuentos a la espera de ser leído.

ANÁLISIS DE LA OBRA

Al enfrentarme a la lectura de los textos (y lo hice según me recomendó su autor, leerlos poco a poco, no tos de una sentá) me di cuenta casi en las primeras líneas de que no se trataba de relatos de tres al cuarto, intuí, enmascarada en una ficción cercana y amable, profundidad temática y técnica. Sumergida de lleno en las historias, determiné justificar la obra de Román, Hueles a frío como una obra de madurez, de plenitud, obra de ese plácido devenir en el que una mano dice adiós al dulce pájaro de la juventud y la otra espera que el destino vaya dando sentido a sus líneas. Porque quieras o no Román ya no somos borregones. Y gracias a ello a estas alturas tus escritos exhalan aromas de experiencias vitales( ya has vivido) que maridadas con resonancias intertextuales de los grandes -Kafka, Borges, Monterroso, Britto…-, (ya has leído y mucho) se envuelven en inocentes formatos perfectamente construidos, (ya has escrito). En Hueles a frío, aunque lo parezca, nada es gratuito, todo es producto de la técnica artística y de la sensibilidad de un hombre adicto al cuento, convertido al fin en escritor sensible y sensato.

Por eso desde el TÍTULO respiramos literatura. Hueles a frío, un juego de sensaciones dirigido a un tú, primero omitido por el pudor; luego nombrado y celebrado con gratitud afectiva en el PRÓLOGO. El tú como identidad personal: “yo, un hombre solo, sólo tengo una patria, una patria “pequeña y fugaz”, y esa patria eres tú”. El tú como deseo muy próximo a la sensualidad nerudiana:“otear en el horizonte las playas de tu cuerpo”. Un tú, musa de la inspiración: “a las puertas de tu sonrisa me da por escribir cuentos” […] ”Escribo para volver o para no marcharme más”. Y el tú como guardián de la memoria: “en tu cuerpo quiero que quede el último de mis recuerdos”.

No sabemos si el tú tiene una base real o constituye un fenómeno de conciencia, tampoco importa mucho. De cualquier manera nos remite directamente a la poética renacentista de Garcilaso y la contemporánea de Salinas: la voz de Román es la voz a ti debida.

El prólogo serviría de confesión íntima, de etopeya sincera completada por las preferencias literarias del autor vertidas en las citas iniciales y finales. De las cuatro tres pertenecen a escritores consagrados: Juan Rulfo, Kafka y Borges y una a Román, escritor por consagrar. Las cuatro cimientan el universo creativo de los cuentos y encofran las tierras del alma y del conocimiento al hablar de sentimientos y de ideas.

Tras el Prólogo el lector encontrará los 40 relatos y su guardián, El guardián, la narración que sirve de contraportada y cuyo celoso vigía es responsable de que los cuentos regresen a su lugar de origen, a su creador.

Como si de un espejismo se tratara, la aventura de la lectura no es más que ficción: volvemos al principio, es el eterno retorno.

El libro presenta una organización, a mi entender, muy coherente, basada fundamentalmente en la técnica narrativa. La variedad va a ser una constante en la creación cuentística del autor.

Si la diferencia de estilo, de estrategias constructivas, sirve para planificar la obra- en primer lugar aparecen aquellas historias más tradicionales en su concepción, es decir, cuentos más típicos para luego dar paso al discurso más estrictamente impresionista rozando en la mayoría de los casos la prosa poética, recuerdo A veces es febrero de textura próxima a Miró o Cernuda)-, la variedad temática asegura la complacencia en la recepción de los textos. La connotación es, lo sabemos, característica inherente al lenguaje literario. No tema, pues, el lector equivocarse al interpretar el sentido del cuento. Razón tenía Kafka al confesar a su amiga Felice Bauer: “La verdad interna de un relato no se deja determinar nunca sino que debe ser aceptada y negada una y otra vez, de manera renovada por cada uno de los lectores oyentes.”

Temas sí universales como la muerte, el tiempo, el amor, el oficio de escritor; temas personales como las reflexiones del yo en torno a su identidad, a sus deseos, frustraciones. Ejes vertebradores todos de la narrativa de cualquier época y cultura, ya sea en su vertiente oral o escrita sirven, una vez más al escritor, de acceso triunfal al mundo de la fábula. Una muerte cotidiana, sin estridencias ni dramatismo, muy hispanoamericana como le gusta decir a Román. Interiorizada como parte de la realidad la encontramos en La muerte en mayo o en Abuelo; presentada con magistral emotividad en El amor y la muerte y asumida indiscutiblemente en el Epílogo. El tiempo en todas sus manifestaciones como en Cuento de fin de año, relato fantástico donde se confunde el contorno del pasado y presente y vivimos la ilusión de detener el tiempo, de suspender la vida, recurso muy querido por Borges. El amor: esa patria y memoria del prólogo, esa voz a ti debida, consigue momentos de sobrada belleza en Complicidad pero sobre todo en II.

La reflexión sobre el quehacer literario presente en Retrato (Ejercicio), Maldita profesión, e incluso implícitamente en ¿Por qué no un dios?; de forma declarada en Escribo como el condenado a trabajos forzados o en el Si ahora pudiera.

No hay tiempo, lo siento, ni es momento éste de ofrecer una clasificación de los cuarenta cuentos que componen Hueles a frío según su asunto (podríamos hablar del tema del laberinto, de la memoria, de la injusticia social, … Pero debo continuar y fotografiar verbalmente los interesantes seres humanos que pueblan los mundos creados. Olvidemos la uniformidad en los personajes, el arquetipo en su caracterización: hay actantes de diversa condición social, de distintas edades, de lugares y épocas; humanos y no; objetos personificados (magnífico el cuento titulado La aguja). Siempre certeramente caracterizados: las escasas

pinceladas descriptivas sirven para ahondar en la psicología y para, si hace falta, poner patas arriba una realidad incompleta al servicio de una mente creativa.

La misma riqueza mostrada en la capacidad para generar asuntos, o personajes aflora cuando nos detenemos en la valoración del estilo empleado. El dominio de la técnica narrativa queda demostrado en la agilidad del discurso con el empleo indistinto de la primera o tercera persona. La inserción de los fragmentos descriptivos se realiza cómodamente, de forma casi necesaria, imperceptible a los ojos del lector. Así se consigue un ritmo acompasado, sin notas discordantes. De igual manera se introduce el estilo directo con pulso sutil. La prosa nace ágil, eufónica, en virtud de la variedad sintáctica patente y de la modalidad oracional versátil, sobre todo en aquellos cuentos exentos de anécdota. En Ego se roza el monólogo dramático, un discurrir de la conciencia perfectamente trabado. Otros recursos embellecedores de la expresión serían el inteligente uso de la adjetivación. Llaman la atención los numerosos fragmentos descriptivos jamás descuidados, con la elección exacta del epíteto preciso; y el diseño constructivo de algunos cuentos basado en el procedimiento morfosintáctico de la correlación en II o el juego antitético de Si hoy tocase la tristeza a mi puerta.

En resumen, la narrativa de Hueles a frío reúne la dosis necesaria de inteligencia y técnica para considerarla literatura.

HACIA EL FINAL

Ahora tomaré unas palabras dirigidas a la obra del entrañable escritor Augusto Monterroso por el profesor Eduardo Becerra que yo aplicaré a la obra de Román: “Se podría hablar de liviandad y carácter inofensivo sólo aparentes. Sin embargo, en sus textos se esconden bajo ese máscara cargas de profundidad en forma de referencias intertextuales más o menos escondidas, que ensanchan enormemente sus sentidos”.

Hueles a frío es literatura, lo hemos dicho, literatura que se nutre de literatura y nos muestra a un excelente escritor que es previamente a ello un excelente lector.

Román: habitar el mundo a través de la lectura, hacer de la lectura el mecanismo fundamental de conocimiento de la realidad, situar en la lectura el germen de la gran literatura, esos y no otros fueron los grandes legados de don Miguel de Cervantes y su don Quijote. Un legado convertido en cuentos, los tuyos.

UNAS ÚLTIMAS PALABRAS. Las tomo de tu cuento “Si ahora pudiera…”. Román tienes virtudes y constancia y ha llegado el día en que lectores distraídos leerán tus cuentos y serán capaces de ver, de sentir, de besar y de soñar.

MUCHAS GRACIAS

AMPARO FUERTES CUSÍ

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