Queridos amigos.

Muy buenas tardes a todos. Habéis sido muy amables al venir a esta presentación y de verdad que me alegra ver a tantos amigos y familiares aquí reunidos.

Deseo hacer patente mi agradecimiento a los compañeros de la Junta directiva del Ateneo, que se han volcado para llevar a buen fin tanto la publicación, como la presentación de esta obrita que he producido. Como botón de muestra, este montaje visual de los embarques me ha parecido una pasada.

Y estoy muy, muy, muy agradecido a Lola Bellver por la atención que ha prestado a este trabajo, por el interesante y bello prólogo que tan amable­mente ha aportado, y por las palabras de presentación de las cuales hemos disfrutado hasta hace unos momentos.

Quiero dedicar un especial recuerdo a Emilio Estellés. Emilio, que tanto aportó al estudio de la historia local, en su obra Buñol, sus gentes y su historia, hizo un estudio detallado de los primeros repobladores de Buñol, después de la expulsión morisca, y sus procedencias. Ese fue un tema al que siempre dedicó especial interés. En esa misma obra incluía precisamente un apartado con nombres de moriscos y moriscas de Buñol cuyos casamientos recoge el Memorial Ajustado, y no puedo dejar de mencionar la publicación que hizo del proceso del médico morisca de Buñol, Gaspar Capdal.

Yo he centrado principalmente mi trabajo en la parte inédita, que yo sepa, de una documentación conocida, por hecha pública, hace más de cien años: los famosos inventarios del desarme de 1563, que normalmente se han utilizado como fuente para la confección de estadísticas de población morisca; y también me he basado en unos cuantos procesos inquisitoriales a que fueron sometidos algunos vecinos moriscos de pueblos de la Hoya de Buñol. A estas fuentes he añadido también, por imprescindible, lo contenido en el Memorial Ajustado.

He querido que este trabajo se ciñera exclusivamente, al margen de cualquier consideración, a nombrar a personas y hablar de personas, que vivieron en esta Hoya de Buñol. La coincidencia de nombres de familia procedentes de varias fuentes y de documentaciones diferentes correspondientes a fechas diversas me hacen pensar que tenemos ante nosotros a personas identificadas tan reales como las que estamos aquí hoy.

Este librito que tiene la amabilidad de publicar el Ateneo de Buñol, ni tiene ni puede tener pretensión alguna. Yo no soy historiador. Mis estudios y mi vida profesional han ido por otros derroteros. Pero como tampoco es honesto un exceso de falsa modestia si que tengo que confesar que he sentido desde mi juventud un enorme interés por la Historia de mi tierra, es decir por la de la tierra que me vio nacer y por la de la tierra que me vio crecer, que no fueron las mismas, pero que no dejan de tener muchos puntos históricos y humanos comunes. Y ello me ha llevado, inexorablemente, a sentir un profundo deseo de conocer cosas sobre los moriscos y a reunir un dis­creto, pero selecto, material para su estudio. Tan sencillo como eso. Se trata, pues, de un trabajo muy localista. Es más un anecdotario que un libro de Historia, o como dice Lola Bellver en el prólogo, es simplemente una pieza más del puzzle de la Historia de Buñol, con el que sólo trato de establecer un recuerdo hacia aquellos vecinos de la Hoya de Buñol que la habitaron durante generaciones y generaciones. Y que en los momentos finales de su presencia aquí , pronto hará cuatrocientos años es decir hace cuatro siglos, tuvieron que afrontar unas condiciones de vida muy duras y muy complicadas en tiempos donde se juntaron, a las socorridas circunstancias especiales. mucha intolerancia y mucha desconfianza.

Los moriscos de Valencia, es decir la población musulmana de Valencia que se había visto obligada a recibir el bautismo en el período que va de 1521 1 a 1 1526 cuando se produce la «conversión general so pena de expulsión, desearon y trataron de conservar su religión sus costumbres, sus tradiciones, aun a escondidas. y ello no fue permitido.

Y tras ochenta años de dudas, amenazas, concesiones, presiones, concordias y recelos, pues de todo hubo, se decretó su expulsión, y muy pocos se acogieron a los casos de excepción. Los moriscos de la Hoya cogieron sus hatillos, a sus mujeres. a sus hijos, a sus viejos y se encaminaron hacia el Grao de Valencia, para embarcarse hacia el exilio en tierras norteafricanas donde, los que superaron la trágica prueba, emprendieron una nueva vida.

A veces hablarnos de aquellos habitantes de la Hoya como de algo muy lejano e impersonal, como de personajes de creación literaria. Como si todo se tratase de un morisco Ricote del Quijote. Pero eran familias con sus nombres, sus casas , sus oficios y sus problemas, como he tratado de confirmar con sencillez en la obrita que presentamos hoy.

Creo que después de leer estas pocas páginas, cuando paseemos por los campos de la Hoya y veamos una acequia excavada en la piedra, una horma en parajes probablemente abandonados por el cultivo, un hermoso ejemplar de olivo o algarrobo centenario, nos vendrá el recuerdo de aquellos vecinos buñolenses, alboracheros, macastreños y yatovenses exiliados que en su día regaron esas huertas y cuidaron con sus manos esos árboles, y cuyos nombres y apellidos hemos sacado a la luz.

Muchas gracias.

Buñol. 30 enero 2009

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